Por – Verónica Quezada – July 25, 2020

Tuve el enorme placer de conversar con el periodista, fotógrafo y profesor, Marc Espín, co-fundador y co-organizador del proyecto sin fines de lucro llamado Descartados. Es un proyecto apoyado por las ONG: CORDES, la Asociación Rural para la Tercera Edad (ARTE) y la Coalición Nacional para la Dignidad de las Personas Mayores en El Salvador.
Entre todas forman una base y fuerza para luchar por los derechos de las personas mayores de El Salvador. Por medio del libro fotoperiodístico, Descartados, se han expuesto fotografías e historias de algunos participantes por los países de El Salvador y España. Aunque el proyecto es relativamente reciente, ya ha logrado la implementación de un programa de apadrinamiento y el reconocimiento del Papa Francisco, quien felicitó y agradeció el esfuerzo por visibilizar a la comunidad de personas mayores salvadoreñas.
Entre la historia sobre los comienzos y logros de este noble proyecto, la ideología y labor de Espín nos invitan a pensar en diversos aspectos de la vida, desde el (mal)trato hacia nuestros ciudadanos de la tercera edad, no solamente en El Salvador, hasta nuestro propio privilegio. Los invito a conocer la historia de Descartados, las personas mayores de El Salvador, sus organizadores y colaboradores. La invitación se extiende a reflexionar sobre el trato que reciben las personas mayores en nuestras propias comunidades y a colaborar con la lucha por los derechos de los mayores en El Salvador a través de un aporte que les permita vivir con dignidad. Nuestros mayores son fuente de sabiduría, cultura, historia, no los descartemos.

LR: ¿Cómo surgió el Proyecto de Descartados?
ME: Para entender el inicio de este proyecto, hay que saber primero quién es Emilio Espín Amprimo. Es mi padre, pero para esta historia es alguien que hace 15 años que lucha por los derechos y la dignidad de las personas mayores de El Salvador.
Los adultos mayores son un colectivo muy desatendido en Centroamérica en general. Cientos de miles de ellos están en situación de pobreza y exclusión social.
Mi padre me llama hace 3 años para consultarme como periodista cómo contar la historia de estas personas de manera que tenga impacto en la opinión pública y en los tomadores de decisiones. Ahí arranca el proyecto porque justo cuando él me llama. Yo estoy cerrando una etapa aquí y decido irme a Centroamérica a vivir, y paso prácticamente un año investigando la realidad de las personas mayores. Hay un vínculo familiar, pero también un apego a la región. Yo crecí en Guatemala y mi padre vive en El Salvador desde hace cuarenta años prácticamente dedicado a la lucha por la justicia social.

LR: ¿Cómo se llevó a cabo la selección de participantes? ¿Fue difícil convencerlos o estaban dispuestos a compartir sus historias?
ME: Mucho más dispuestos de lo que un periodista podría imaginar, pero hay una explicación. La preselección de las personas que podían participar en el proyecto, la hace la Asociación Rural de la Tercera Edad (ARTE). Esta casa de día, impulsada por mi padre hace 15 años, es hoy una asociación autogestionada por los propios adultos mayores de la región del bajo río Lempa donde se atiende a 15 comunidades rurales que conocen perfectamente su realidad.
Por lo tanto, aceptan ayudarme en todo ya que quieren que cuente lo que está pasando en El Salvador. Ellos me presentan a todas las personas mayores que están en situación vulnerable y a partir de ahí, yo empiezo a hacer una visita casa por casa, hogar por hogar para conocer sus historias. A partir de ahí seleccionamos las historias incluidas en el libro Descartados.
LR: Es un pequeño tesoro descubrir organizaciones como ARTE con proyectos como el que llevas a cabo. Me comentas que tu padre ha vivido en El Salvador por 40 año mientras que tú has vivido en Guatemala. Me hacía la siguiente pregunta antes de conocer este detalle en la vida de ambos, ¿qué hacen españoles luchando por los mayores de Centroamérica, como les nacen esas ganas de querer ayudar?
ME: Es nuestra tierra también.
LR: Con el legado de España en Latinoamérica, hay cierta desconfianza, por ponerlo de alguna manera. Es reconfortante que ustedes colaboren y a la vez que rompan con estereotipos. ¿Tú lo has percibido de esta manera, es decir, sientes que estás renovando lazos entre España y Latinoamérica?
ME: No, la verdad mi colaboración va al margen de lo institucional o de cuestiones nacionales. Siento que las personas privilegiadas por el sistema, y nosotros lo somos más por el hecho de haber nacido en España que otra cosa, tenemos una deuda con el resto del mundo. Con este proyecto tratamos de contribuir a mejorar la vida de personas que viven en la miseria, entre otras cosas, por haber nacido donde han nacido.

LR: Tu respuesta me lleva a la siguiente pregunta, ¿hay apoyo por parte de España? ¿Hay interés por parte del español en el programa de apadrinamiento?
ME: Sí, lo hay. No bastaba con visibilizar las condiciones de vida de las personas mayores en El Salvador y esperar que otros hicieran los cambios, que es lo que pretendía el proyecto periodístico original, sino que en algún punto la experiencia te compromete tanto con la realidad que tienes la necesidad de ir más allá. Entonces surge la idea: busquemos donantes que puedan permitirnos proveer de un ingreso mínimo vital a personas mayores que están en situación de pobreza extrema.
Yo estaba convencido de que, igual que me conmovió a mí, iba a conmover a otras personas, las haría corresponsables y las comprometería con el proyecto. Algunos eran más escépticos: ¿quién se va a ocupar de personas que están ya abandonando la vida?, decían. Precisamente por eso, porque están en los últimos años de vida y han sufrido muchísimas décadas, parecía razonable que hubiera gente que quisiera contribuir a mejorar su calidad de vida. Y, efectivamente, me encontré una buena cantidad de personas que, al conocer la historia, al leer el libro y al saber del proyecto, decidieron implicarse con total generosidad, confianza y compromiso.

LR: Veo que también ahora eres guía de viajes turísticos, ¿estos viajes son también una manera de concientizar?
ME: No tiene nada que ver. Un amigo que tiene una agencia de viajes me propuso diseñar y guiar viajes a Centroamérica. Le dije que sí. Hice un primer viaje en agosto del año pasado. Fue una delicia llevarme a 15 personas de España a conocer una tierra que amo tanto como Guatemala. Ahora, si tú me preguntas si mi convicción en el respeto a los derechos humanos está también presente en otras actividades de mi vida que no tengan que ver con la cooperación, la respuesta es sí. ¿Cómo alguien va a conocer Guatemala sin saber que es un país donde reina la desigualdad, la corrupción, donde hay pobreza, donde hay racismo y donde el primer mundo hace negocios a costa de la miseria de la gente? También vamos a gozar de sus cascadas, playas, volcanes, de sus ciudades mayas y a disfrutar de la simpatía de los guatemaltecos, pero la otra parte también hay que contarla.
LR: ¿Qué tal en El Salvador? ¿Cómo han sido recibidos el libro y el proyecto?
ME: Bastante bien. Hubo mucha repercusión cuando lanzamos el libro en 2017. Generó eco en los medios y las organizaciones CORDES y ARTE repartieron el libro entre los tomadores de decisiones. Se aseguraron de que buena parte de los miembros de la Asamblea y del gobierno tuvieran un ejemplar del libro. Estuvo presente también en otro tipo de actos convocados por la sociedad civil salvadoreña por la dignidad del adulto mayor.
El libro y la exposición fotográfica que inauguramos en el Museo de Arte de El Salvador han contribuido a colocar el tema en el debate público desde la perspectiva de los derechos y no solo desde la lástima, que es un abordaje que se hace habitualmente en los medios. Queríamos señalar que esta es una porción de la población desatendida que tiene una serie de derechos y se vulneran de forma sistemática.

LR: Acabas de mencionar algo importante: la lástima. ¿Pudieras desarrollar esta idea un poco más? ¿Cómo evitar no causar lástima en fotografías que retratan la dura realidad de esta población?
ME: No estoy seguro de haberlo conseguido, la verdad.
LR: Si te lo pregunto es porque las fotografías avivan a la persona y pero cómo separar dos sentimientos: por un lado admiración por las fotografías, pero por el otro duele ver la situación de las personas mayores.
ME: Uno de los errores de este libro es que centré demasiado la atención en lo que no funciona. Cuando lees el libro o ves la exposición vas viendo que historia tras historia, es un drama y otro drama, que es la realidad por otra parte. Pero, de algún modo, insensibilizas al lector. Creo que, para empatizar, para conectar mejor con aquel que se acerca al proyecto, hubiera sido más inteligente, desde la perspectiva periodística, haber contado otras circunstancias más cotidianas de la vida de los protagonistas que salen en el libro y las fotografías.
Que haya miseria, que haya pobreza o que vivan en condiciones indignas, no implica que no hay espacio para el gozo, para la felicidad, para la alegría. Y, omitir esa parte puede provocar que el trabajo se acerque a eso que yo precisamente nunca quisiera que se acercara, dar lástima en lugar de permitirle al lector sentir que podría pasarle a él y llamarlo a reaccionar contra esa realidad.
LR: Sin embargo, nada le resta crédito al tremendo trabajo fotográfico y periodístico. Ya que estamos hablando sobre las fotografías, ¿qué pensabas mientras las tomabas? ¿Qué era lo que querías destacar? El enfoque en las manos y otras partes del cuerpo era muy simbólico, ¿qué intentabas representar en tu trabajo?
ME: Las personas mayores cuentan su historia a través de sus arrugas, los accidentes de la piel, el rostro, que son signos del paso del tiempo. Son también huellas de la explotación laboral, por ejemplo. Las manos no sólo representan las manos de alguien que tiene 80 años. Si las comparas con las de alguien en Estados Unidos que ha trabajado toda la vida en una oficina, hay una diferencia abismal. Son las manos de la gente que ha trabajado desde los 8 o 10 años. Tuvieron que dejar los estudios para entrar algo de dinero a casa y mantener a la familia. Son las manos de alguien que ha trabajado por 70 años, 7 décadas, en el campo por un salario de miseria, en condiciones de absoluta explotación.
Las manos, los rostros y las heridas de guerra, los ojos castigados, las cataratas tempranas por el sol, las manchas en la piel, todo eso representa un tipo de vida que explica esa desigualdad, pobreza y situación de exclusión que han vivido durante toda una vida. Ahora es aún más grave porque es un colectivo especialmente vulnerable. Cuando deberían descansar después de haber sostenido un país con sus salarios bajos, no solo no son rescatados ni ayudados, sino que son ignorados y descartados, como lo dice el título.

LR: Ya que mencionas el título, ¿por qué optaste por Descartados? En la introducción, haces referencia al uso de esta misma etiqueta por el Papa Francisco para describir a la población de personas mayores. Sin embargo, también mencionas otras, como desechables o desposeídos.
ME: Le dimos muchas vueltas. Queríamos un título corto que sintetizara el mensaje del libro, y el mensaje del libro es que hay demasiadas personas, centenares de miles de personas mayores en El Salvador, que están descartadas. No solo ignoradas. Hay un sistema perverso que las deja fuera en todos los ámbitos de la vida. En el ámbito económico, sin lugar a dudas, porque el capitalismo a aquellos que ni producen ni consumen los desecha.
En el ámbito político hay desatención a este colectivo, pero, también en el familiar y el social. Hay que decirlo porque esa cultura capitalista se extiende a todas las áreas de la vida. Las personas mayores molestan. Luego supimos de la encíclica del Papa donde se refiere a las personas mayores como descartados. Eso vino a convencernos de que era un buen título.

LR: Qué impresionante que el nombre fuera seleccionado antes.
ME: Sí. Cuando lo publicamos, le enviamos una copia del libro y nos mandó una carta de agradecimiento celebrándolo, nos felicitó por haber impulsado el proyecto (http://descartados.org/apoyos).
LR: Por otro lado, cuando mencionabas las consecuencias del capitalismo: inclusive su familia descarta, hace de lado, a la persona mayor. Percibo un cambio de valores en el latinoamericano, igual puede ser una generalización o un estereotipo. En un pasado cercano, ¿tú observabas a las familias ocupándose o atendiendo a sus mayores? ¿Hay un cambio de valores en las nuevas generaciones?
ME: Claro, yo me críe en Guatemala con familias mayas tz’utujiles. En las latinoamericanas lo he sentido así, en términos muy generales. Detecto un mayor respeto también a las personas mayores. Lo detecto, he vivido la idea de un núcleo familiar y ayudarse mutuamente, un mayor sentido por la comunidad; probablemente incentivado por el maltrato histórico a Latinoamérica. En la cultura maya existe este valor de respeto a las personas mayores, que ocupan un lugar destacado en sus comunidades. Sin embargo, igual que tú, yo también percibo que la cultura globalizadora se impone incluso en estas culturas que tanto valor daban a la vejez para ir poco a poco dando paso a la idea de que las personas mayores molestan. Siento que esto lamentablemente está cambiando en Latinoamérica y también en las comunidades indígenas.
LR: Es una gran pérdida de estas tradiciones, sobre todo una ideología de comunidad.
ME: Debo decir, no obstante, que mientras eso está ocurriendo por la presión globalizadora, también percibo que hay una resistencia a la invasión de la cultural local. Mucha gente está peleando para no perder la cultura de las comunidades indígenas, la que implica también el respeto a los ancianos. Deberíamos aprender nosotros de esa forma de ver la vejez.
LR: Sí, estoy totalmente de acuerdo, como dices, rescatar esos valores tan importantes.
Personalmente, porque vivo en Estados Unidos, me interesa el tema de las remesas y la importante interconexión entre los inmigrantes y las economías locales y nacionales de sus países de origen. Por eso me detuve en las personas mayores que mencionaban el tema, ¿hay algún tipo de ayuda que estas comunidades reciban financiado por las remesas de salvadoreños en EE. UU.? ¿Qué has escuchado sobre el tema entre estas comunidades?
ME: Sí, sin duda. La mayoría de las personas que tú verás en nuestro proyecto son las personas que no reciben remesas. Las que reciben tienen una situación un poco más favorable obviamente. Habría que ver qué cantidad reciben o que impacto tienen en sus ingresos totales. Pero en general, quien tiene suerte de tener un familiar que ha podido llegar a Estados Unidos generalmente, pero también a otros países del primer mundo, para ganarse la vida y que recibe por tanto una parte de lo que ellos ganan, tiene una situación un poco menos desfavorable. En el libro, como nos centramos en personas en una situación lamentable, no aparecen muchos que tengan la remesa como ingreso.
No obstante, las remesas son el 20% del PIB de El Salvador. Si no existieran, las familias que están en situación de pobreza serían muchas más y por tanto las personas mayores también padecerían mucho más como colectivo vulnerable dentro de las familias. Una amiga periodista salvadoreña me contaba que, debido a la crisis del COVID, en los primeros 4 meses de este año han disminuido un 10% las remesas que entran al país. Es decir, la situación económica precaria de los que trabajan en los países desarrollados se traduce en una menor llegada de ingresos para las personas mayores en El Salvador.
En abril, la reducción de remesas era de un 40% con respecto al año pasado y no sabemos datos de mayo o junio que puede ser que agraven todavía más la situación. Unas 400.000 familias salvadoreñas reciben remesas, que son muchísimas en un país pequeño. De esas 400.000, para casi la mitad las remesas representan un tercio de sus ingresos. Lo que significa que, sin esas remesas, la situación de vulnerabilidad se va a extender a muchas más familias, algo que está ocurriendo ahora mismo en El Salvador y en toda Centroamérica.

LR: La conexión que tienen los salvadoreños de Estados Unidos con sus comunidades en El Salvador es esencial, ojalá que aumente la aportación del salvadoreño pronto y que también se involucre en proyectos como Descartados. Con la pandemia, ¿cómo ha empeorado la situación financiera? ¿Qué noticias tienes tanto de las organizaciones como de las comunidades?
ME: Como es bien sabido, las personas mayores son el colectivo más afectado por el virus, pero no solo sufren desde el punto de vista de la salud, sino también económicamente por las medidas políticas para contener la pandemia. El 75 % de la economía de El Salvador es sumergida. La gente sale cada día a ganarse la vida. Si no salen a la calle, no comen. La gente puede salir adelante con ayuda de un familiar o un amigo algunos días, pero no puede permitirse un confinamiento largo como en países desarrollados. Esto en países en vías de desarrollo, como El Salvador u otros, es un problema gravísimo. O sea que el virus por un lado y por el otro los problemas para ganarse la vida afectan no solo a las personas mayores sino a la familia. La crisis económica que deriva de esto también les afecta y les va a continuar afectando los próximos meses. La situación empeora.
En ese sentido, ha habido un caso muy sonado símbolo de la desatención del Estado respecto de las personas mayores. El asilo público de ancianos Sara Zaldívar, con casi 250 personas, en el que según informes periodísticos se han contagiado bastante más de la mitad y han fallecido entre 15 y 16 personas, aunque el Estado reconoce cifras inferiores. Es un tema para investigar, en cualquier caso. Hay responsabilidades políticas porque no había protocolos claros, no se dieron equipos EPI a los trabajadores que evitaran contagiar a las personas mayores que estaban allí.
LR: Inconcebible, pero muchos países en Latinoamérica están sufriendo precisamente por la falta de protocolo, cómo dices, o por la falta de atención médica porque si no tienes dinero, no hay servicios.
Por otro lado, aunque el enfoque debe ser en las personas mayores, ¿podrías comentar sobre los jóvenes que aparecen en algunas de las fotografías? ¿Aportaban sus opiniones sobre la situación de sus abuelos, especialmente como sobrevivientes de la Guerra Civil?
ME: No conversé lo suficiente con el resto de la familia ni con los jóvenes, mi percepción, con mucha prudencia, es que como ocurre en otros países también, en El Salvador la guerra civil les suena a una cosa muy lejana. Yo creo que no hay una conciencia clara de lo que supuso y lo que supone todavía hoy; ¿cómo se explica el presente a partir de aquel episodio de la historia?
Sí te puedo decir que entre las personas mayores veteranas de guerra he visto un sentimiento de decepción hacia los gobiernos del FMLN, que han desaprovechado la oportunidad de cambiar una sociedad que antes, durante y después de la guerra sigue privilegiando a unas pocas familias a costa de la miseria de la mayoría de los salvadoreños y salvadoreñas.
LR: ¿Que comentarios han hecho las personas mayores sobre la juventud, sus descendientes?
ME: Una idea recurrente que he escuchado entre las personas mayores movilizadas, las que están implicadas en esta lucha por sus derechos, es que la lucha ya no es para mejorar sus condiciones de vida, sino las de sus hijos y nietos. Esta idea fue uno de los detonantes que nos impulsaron a emprender el proyecto de apadrinamiento. No podíamos dejar, en la medida de nuestras posibilidades, de incidir en mejorar la calidad de vida de esas personas hoy.
LR: Ahora pasemos a lo más personal, ¿qué aprendiste con este trabajo, no solo sobre El Salvador, pero sobre la humanidad en general? ¿Cómo te cambió? ¿Te cambió?
ME: Sí, claro, el periodismo en ese es sentido es una maravilla porque te conecta con otras realidades a las que eres más o menos ajeno y ese profundizar en diferentes mundos a lo largo de tu trabajo te abre universos. Te ayuda a pensar de forma diferente y en ese sentido fue transformador conocer a personas mayores en una situación tan lamentable. Me reafirma en esa idea de cuán privilegiado soy por algo tan arbitrario como haber nacido en otro lugar del mundo. Eso tiene algunas consecuencias, por un lado, te responsabiliza con quienes no tienen la suerte que tú tienes.
No solo por una cuestión de solidaridad, sino por una cuestión de deuda, de justicia, por entender que el sistema beneficia a unos a costa de otros. Por otro lado, esto repercute en tu propia felicidad. Saberte privilegiado te hace alejarte de lo accesorio, un poco más al menos. O cuestionarte hasta qué punto crees que necesitas lo que creías que necesitabas y cuestionarte lo que es esencial para ser feliz, para estar bien, para estar en paz. Todo este tipo de cosas suenan un poco paulo coelheianas, pero están ahí, están presentes y creo que no por ello son menos ciertas.

LR: En verdad es impresionante lo que haces. Hay que ser cierto tipo de persona para lograr lo que tú, tanto como tu padre, han aportado en estas comunidades de El Salvador. Es difícil desconectarse de nuestro privilegio para ayudar a los demás. Ojalá que hubiera más personas que lo hicieran.
ME: Gracias, aunque te debo confesar que me incomodan un poco los halagos y los agradecimientos porque creo que hago poco, porque además siento que lo poco que hago es un deber y porque ya he recibido mucho más de lo que he puesto. Soy yo quien debe dar las gracias. Los logros no dan para palmadas en la espalda, pero son una fuente de energía para seguir trabajando.
LR: Tienes razón, hay que continuar la labor para que se conozca más sobre este tipo de proyectos, pero sigo creyendo que han hecho un gran trabajo. ¿Tienes alguna anécdota que nos puedas compartir? O, ¿te gustaría añadir algo antes de despedirnos?
ME: Sí, dos cosas. En primer lugar, quisiera recordar lo que me dijo Félix, un líder comunitario en la zona en la que desarrollamos el proyecto, que muestra una actitud inspiradora entre las personas mayores movilizadas:
“Yo entiendo que nos llamen descartados para denunciar nuestra situación ante el gobierno y los poderes económicos, pero yo no me siento descartado, me siento un luchador.”
Y en segundo lugar me gustaría que demos herramientas a aquellos que lean la entrevista y quieran ayudar. Hay muchas maneras de colaborar con la lucha por la dignidad de las personas mayores y para explorar posibilidades pueden contactarnos a través de nuestra página web www.descartados.org o de nuestras redes sociales.
Verónica Quezada | Board Member, Latina Republic
Verónica Quezada is the daughter of Mexican immigrants. As Xicana and part of the 1.5 generation, she has always identified with and fought for La Causa, for the immigrants. Her parents were undocumented for a long time, she has witnessed the injustice against and invisibility of this community. Now, she would like to help raise awareness and exalt all the great deeds accomplished by Latinx immigrants in this country. Verónica obtained a doctorate degree in Latin American and Chicanx/ Latinx Literatures from the University of California, Irvine. She is an Assistant Professor at Soka University of America, Aliso Viejo, in the Language and Culture Program where she teaches all levels of Spanish and Learning Clusters on Chicanx Studies and other topics.